Últimas noticias

Publicidad

Y murió nomás el gallo Rojo

En la pequeña localidad de Tortugas, de la provincia de Santa Fe de la Argentina, situada aproximadamente a 1.100 kilómetros de Asunción, vivía en forma solitaria en una finca un gallo Rojo. El animal era único en su especie, pero compartía su existencia con caballos, cerdos y ovejas.

Como era de “otra vuelta”, como diría el famoso músico Quemil Yambay, su dueña lo dejó en el campo, era el único que alegraba la mañana con su canto. El Rojo recibía todos los día la visita de su dueña quien se iba para darle de comer a los chanchos, a él nunca le faltó comida porque en el lugar había muchos maíces, entre otros.

La vida del Rojo era todo color de rosas, era prácticamente el dueño del establecimiento y hacía lo que quería. Hasta que para las fiestas de fin de año la dueña recibió la visita de dos mujeres paraguayas quienes fueron a recorrer la finca.

Entre elaborar chipas, sopa paraguaya y asado, llegó la siesta. La familia saboreó los majares elaborados y posteriormente decidieron ir a dormir, pero había sido unas de las paraguayas se quedó bajo la sombra recostada en el vehículo.

Mientras la dueña dormía alegremente, no se le ocurrió “una mejor idea” que perseguir al gallo, en ese interím también se levantó su otra compatriota y se unieron a la persecución de Rojo. Tras muchas corridas lograron acorralarlo y lo atraparon, cuando a punto estaban de cortarle la cabeza apareció la dueña y les dijo “que están haciendo con mi gallo” (mbaeiko la pejapova la che gallore).

Salió una de las mujeres y le respondió voy a matarlo (ajukata), noooo se lamentó la dueña. Antes esta situación las dos mujeres decidieron soltarle a Rojo.

Luego de unos cuantos minutos unas de las mujeres decidió ir a revisar la situación en que se encontraba el gallo, Rojo ya había partido a la eternidad. No pudo soportar el calor de 40° que se registraba en el lugar, tras varias corridas.

Su destino final será la olla donde se convertirá en un rico tallarín y para varias personas, pesaba –sin plumas- 3,5 kilos. El Rojo quien no le molestaba a nadie no pudo pasar con vida el Año Nuevo, el maldito 2022 lo llevó consigo.

Ahora solo queda el recuerdo de su canto en los amaneceres del distrito de Tortugas. Ahhhhhh la dueña no permitió que las paraguayas que acabaron con la vida de su Rojo lo comieran.